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VIII Certamen Internacional de Guitarra Clásica Julián Arcas

 


  

   Mi concepción sobre la guitarra hasta antes de tener la oportunidad de asistir a los conciertos organizados por Cajamar todos los años con ocasión de su Certamen Internacional de Guitarra Clásica, no iba más allá del recuerdo de aquel atorrante amigo de la pandilla que se pasaba la vida colgado de una ajada guitarra intentando conseguir unas cuantas notas biensonantes de Nunca llueve al Sur de California o a la de aquel otro del eco de Entre dos aguas que por una módica moneda podíamos escuchar en el comediscos de cualquier bar que se preciase una tarde de invierno. Pero todo cambió el día que tuve la oportunidad de asistir en directo a las actuaciones de un programa como el de este año. Nada que ver con lo anterior: estar tan cerca de la guitarra que se sienten las cuerdas como descargas, estar tan cerca de la guitarra que se escucha el resuello del guitarrista, estar tan cerca que la fricción de su mano contra el mástil acaba siendo un acorde más, estar tan cerca que puedes apreciar los ritos del intérprete como aquel de limarse una uña metódicamente en medio del silencio espeso, estar tan cerca tan cerca, al fin, que llegas a creer que tú eres el único espectador, sensaciones todas que hacen que no estés oyendo guitarra, sino sintíendo la guitarra, viviendo la guitarra. Si a esto se le suma la oportunidad de poder visitar los distintos auditorios de la provincia donde se desarrollan los conciertos, resulta una ecuación de lujo. Os lo recomiendo. Nada más lejos de aquel amigo -¡suerte, amigo!- que aporreaba su guitarra en las tardes de domingo mientras escuchabamos la gramola del bar. Saludos.

 

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